Marketing en el aula

Algunos de los problemas que adolece nuestro sistema educativo es la baja motivación de nuestros estudiantes. Altas tasas de paro, carreras que sólo sirven para ganarse la vida o superformación para trabajar en un puesto muy inferior, es alguna de las causas de esta “guerra perdida” en las aulas. Tal vez si supiéramos que les motiva podríamos ganarla; tal vez el marketing sabría darnos las respuestas.

En mi experiencia como docente, he podido comprobar que al alumno siempre hay que ofrecerle un motivo o fin para animarle a adquirir los conocimientos. Aunque nos parezca a nosotros que el hecho mismo de aprender es estimulante, a un adolescente le estimula mucho más otro tipo de cosas muy diferentes. Ese es el momento en el que cualquier profesor debería hacerse la pregunta más sensata del año ¿Qué le estimula a mis alumnos?

Por supuesto, no podemos salir del marco que nos dirige la programación didáctica del curso, aunque si podemos conocer qué medios, fines o incluso conocimientos estimulan a un alumno para querer saber; en ello, el marketing nos puede ayudar.

Cuando ven un vídeo musical de youtube o entran en la web del artista para saber más sobre su vida, realmente están adquiriendo conocimientos, pero de la forma que ellos desean, una forma mucho más atractiva que leer un libro o aprenderse una lección.

dibujos-de-creatividad_23-2147493569

El marketing nos permitiría tratar a nuestros alumnos cómo “clientes” y nuestro objetivo de venta será nuestra asignatura, junto con la adquisición de conocimientos. Cuando se vende Coca-Cola, no dicen algunas de las características que tiene esta bebida, pero sabemos que es una bebida carbonatada, que tiene azúcar, que su botella es característica o que es “la chispa de la vida”. Sería ideal enseñar una asignatura en la que los conocimientos básicos se van asimilando de forma natural según vamos trabajando con ella y no sólo a base de ejercicios, trabajos y exámenes.

El marketing, con sus estudios de mercado, planes e incluso branding, nos puede acercar al tipo de estudiante que va a “consumir” los contenidos de la asignatura durante ese año. Por ejemplo, imaginemos que nuestros alumnos son consumidores de la plataforma Vine, vídeos de escasa duración pero que se visualizan de forma masiva (se comparten en muchas ocasiones). Hagamos una serie de vídeos sobre los conceptos clave de un tema y publiquémoslo en una cuenta creada por los alumnos donde suben los suyos propios sobre la asignatura.

Pero no sólo es trabajar con las redes sociales, es más un acercamiento al mundo de los estudiantes.

Conocer sus inquietudes nos va a brindar una información esencial para acercarles los contenidos desde su propio mundo. ¿Por qué no estudiar inglés con las canciones de Adele o gramática con las de Pablo Alboran? ¿Por qué no utilizar un videojuego cómo examen? ¿Por qué no enseñarles marketing para que nos vendan un tema? Bajemos de las tarimas y acerquémonos a los pupitres.

6 comentarios

  1. El sistema educativo necesita que se lo agite, reiventarse completamente, estamos fabricando productores en lugar de personas, y no podemos cobijarnos en que hay cosas que se aprenden en casa. En el colegio se debería enseñar a los alumnos a buscarse a sí mismos y que averigüen qué quieren hacer con su vida. no puede ser que la mayoría de los chavales lleguen a las puertas de elegir carrera o camino sin saber qué es lo que quieren o incluso habiéndoseles aplacado o eliminado la ilusión por lo que les gusta y hace sentir vivos.

    Le gusta a 1 persona

  2. Muchas gracias por tu aportación.
    El artículo no va dirigido a enseñar para ser productivos sino a enseñar escuchando el entorno del alumno, con sus propios medios y a identificar que inquietudes le mueven. Son alumnos del siglo XXI y sus necesidades son las del siglo XXI; Hegel vivió en el siglo XIX.
    Aunque tu opinión la compartimos muchos. Gracias de nuevo.

    Le gusta a 2 personas

  3. Discrepo de tu opinión. Lo que se enseña en el aula es algo cuyo valor sobrepasa la voluntad o el deseo de los adolescentes. La gramática o las matemáticas no han de aprenderse porque sean útiles o porque «molen» sino porque son necesarias. Y no sólo para ganarse la vida. El objetivo de la educación es la cultura, el cultivo del espíritu (en el sentido hegeliano de la expresión). Si el objetivo de la educación como sistema acaba siendo la productividad empresarial, acabaremos construyendo una humanidad nihilista. Una humanidad con una escasez de modos de relación tal que los desacoplamientos entre repertorialidad y disposicionalidad no puedan ser superados por enormes bolsas de población, que quedarán desposeídos de la «vita actuva» de su condición humana (ver «La condición humana» de Hannah Arendt).

    No creo que haya que estimular a los alumnos a estudiar con mercadotecnia. El saber y la cultura no deben ser objeto de cambio en un mercado. Porque puede que el «mercado» demande cosas que no deban enseñarse en el aula. Por ejemplo: el mercado demanda homeopatía, pero un profesional serio, coherente y con un mínimo de ética no debe proporcionarla porque está científicamente demostrado que es una patraña pseudocientífica. Ergo, no debe de enseñarse en el aula.

    Os recomiendo la lectura del siguiente libro de Hans Jonas. Uno de los filósofos más lúcidos que dio el S. XX:

    http://www.casadellibro.com/libro-el-principio-de-responsabilidad-ensayo-de-una-etica-para-la-civi-lizacion-tecnologica/9788425419010/437129

    Le gusta a 1 persona

Deja un comentario